Muchas especies nativas y espontáneas cumplen una misión importante en las grandes ciudades.
Todo paseo por nuestro barrio es fuente de descubrimiento. Contemplar, tocar (con amor y cuidado), observar la transformación de las plantas y su comportamiento frente a la lluvia, el viento, el sol pleno, la noche, la falta de agua o los cambios de estación son meditación en movimiento. Observar cómo interactúan con los insectos y los pájaros, el sitio donde crecen (a veces caprichoso e increíble). Muchas especies nativas y espontáneas cumplen una misión importante en las grandes ciudades. Aportan verde, oxígeno y nutren el suelo, repelen insectos no deseados, atraen a los benéficos y nos deslumbran con su inteligencia.
La ciudad francesa de Nantes (por ejemplo) con sólo dejar crecer la vegetación silvestre redujo el uso de pesticidas en un 97,5%. La herborista Frédérique Soulard, mientras trabajaba, se dio cuenta de que las amapolas que crecían en su barrio aprovechaban las pendientes para hacer rodar sus semillas y así extenderse poco a poco; o que la Ruina de Roma (nombre de una “¿maleza?”) crece en las paredes antiguas y debe su nombre al hecho de que se empleaba para decorar los muros de piedra del siglo XVIII.
En la Ciudad de Buenos Aires, a cada paso también encontramos maravillas; por ejemplo, esta preciosa Mburucuyá o Pasionaria (Passiflora caerulea). Su nombre es de origen guaraní y quiere decir “criadero de moscas”. Esta bella dama es la flor nacional de Paraguay y crece en toda América del Sur. Suele cubrir bastante cualquier espacio (debemos controlarla un poco), por eso es especial para cercos, alambrados o canteros. Aparte de su belleza, es hogar, alimento y medicina de animales y humanos. ¡Toda la vida que alberga!
Ciclo de vida del Mburucuyá
Alimenta abejorros, abejas y aves, y es hospedera de las mariposas Espejito, Juno, Julia, Almendra común, Hortensia y Moneta, entre otras.
En cuanto a sus propiedades medicinales, ¡tiene muchísimas! Es nuestro ansiolítico natural. Es sedante, antiespasmódico, analgésico y nos ayuda a conciliar el sueño. Su fruto tropical, popularmente conocido como Maracuyá, es una fuente increíble de vitaminas y minerales. Para saber más, podés descargar la ficha herbolaria desde aquí: Fitoteca.
Observaciones: para poder emplearla como alimento y medicina debe encontrarse alejada del tránsito vehicular o cualquier otra fuente de contaminación. Si este es el caso, de todos modos la disfrutaremos como generadora de biodiversidad.
Mburucuyá
Me gustás porque sos pura
-Mburucuyá-
como la selva y el mar.
No pura de agua en vasija,
pura, sí, de manantial;
no de planta jardinera,
sí, de bosque tropical.
Me gustás porque sos pura
-Mburucuyá-.
Ñangapiré, te pondría,
o yerba mate: caá;
que tus labios son pitangas
y tus ojos un yerbal.
Ñangapiré, te pondría
o yerba mate: caá.
Me gustás por la frescura
-Mburucuyá-
que hay en tu virginidad;
y sos, según se te mire
o se te encuentre -velay-,
tierna, como caicobé,
dura, como ñandubay.
Me gustás porque sos pura
-Mburucuyá-.
Ñangapiré, te pondría,
o yerba mate: caá;
que tus labios son pitangas
y tus ojos un yerbal.
Ñangapiré, te pondría
o yerba mate: caá.
Fernán Silva Valdés
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Importante: el consumo de hierbas medicinales es ante todo un tratamiento preventivo y, en segundo lugar, alivia un sinnúmero de malestares, pero de ningún modo deben reemplazar a los medicamentos y/o tratamientos indicados por el médico. Las plantas medicinales poseen precauciones, contraindicaciones y advertencias. Las propiedades aquí descritas son a modo informativo y sobre la base de personas sanas que no estén bajo tratamiento o tomando medicación alopática. Ante cualquier duda o inquietud, debes consultar a tu médico de cabecera.