Liberación a través del arte

Ilustrar la noche, o el alma humana.

Los artistas son mariposas de hábitos nocturnos, les tiembla la luz. Sólo la noche se posa en sus manos y un silencio de banco de plaza le da de comer a las palomas. La oscuridad son lentejuelas que reflejan cigarros tristes. Sin embargo, en esta obra, la naturaleza diurna se cuela en el teatro de Montmartre. Hay unos pocos trazos oscuros y la pollera de la bailarina son pétalos como las flores en su cabello. Tonos claros simulando la salida de emergencia.

Marcelle Lender bailando el Bolero de Chilpéric (1896), de Henri de Toulouse-Lautrec

Para Henri de Toulouse-Lautrec la vida es feria, caricaturas y aceptar el destino. Quizás, estaría en otro espacio, y no tomando el pulso a los insectos de las esquinas, mostrando su desesperación en torno a las lámparas. Algo grita en los rostros de sus cuadros. Una ausencia se deja ver entre la masa y los burdeles. Tal vez el coraje para la revolución, o un amor.

Escrito sobre una mesa de Montparnasse

«Y no se hable de mi corazón.

Yo quisiera

anunciar la función de los circos

dando puñetazos a las estrellas rojas.

Yo quisiera escupir los vidrios de un expreso de lujo

para que rabien los millonarios.

Yo quisiera interrumpir todas las comunicaciones telefónicas

para ver si encuentro una palabra, una sola palabra para mí

y abrir toda la correspondencia del mundo por ver si alguien

una sola persona tiene un recuerdo, un solo recuerdo para mí.

Yo quisiera explotar una bomba, derrocar un gobierno,

hacer una revolución con mis manos amigas del

cristal, de la luz, de la caricia

–destruir todas la tiendas de los burgueses

y todas la academias del mundo–

y hacerme un cinturón bravío de rutas

inverosímiles como Alain Gerbault

para que venga Blanca Luz y me ame».

Raúl González Tuñón

Cada tanto, su sensibilidad lo animaba abandonar París. Navegó desde El Havre hasta Burdeos y conoció Gran Bretaña, España, Países Bajos y Bélgica. Henri de Toulouse-Lautrec, el caballo desbocado del carruaje; sus ilustraciones, un latigazo al mundo onírico y soñado de la Belle Époque.

Toulouse-Lautrec, minilibros de arte.

«¿Liberación a través del arte?

A consecuencia de su internación en una clínica frenopática de Neuilly por iniciativa de su primo Gabriel y de su amigo el doctor Bourges, y debido a informaciones falsas y malintencionadas de la prensa, surgieron rumores sobre una supuesta enfermedad mental del artista que no respondían a la realidad. La llamada de socorro que Toulouse-Lautrec dirigió a su padre desde Neuilly pone de manifiesto el grado de desesperación del artista: ‘Papá, usted tiene la oportunidad de comportarse humanamente. ¡Estoy encerrado y todo lo que está privado de libertad perece!’. Pero el padre, a quien el problema de su hijo con el alcohol le era del todo indiferente, no hizo caso de su súplica de sacarle de la clínica, entonces Toulouse-Lautrec desarrolló una estrategia para probar su salud mental: para obtener el permiso de abandonar la clínica elaboró de memoria una serie de dibujos hechos a tiza con temas del circo, sobre los que manifestó: «He comprado mi libertad con mis dibujos». Esta circunstancia es significativa en tanto que Toulouse-Lautrec se vio obligado a trabajar por primera vez sin un modelo vivo, lo que explica el carácter irreal de las obras surgidas durante su estancia en la clínica. Cuando el artista hubo obtenido el alta médica gracias a los dibujos que realizó, la familia encargó al vividor Paul Viaud, un pariente lejano, que acompañara siempre a Toulouse-Lautrec para mantenerlo apartado de la bebida».

Fragmento del libro Toulouse-Lautrec, minilibros de arte.

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