Una vez más vuelvo sobre las formas del Reino Vegetal. Es que hay tanto por descubrir en esos seres (de ellos, y de mí en ellos). Tomo distancia para conocerlos mejor, como a los seres humanos.
«A principios de mayo, los robles, nogales americanos, arces y otros árboles que estaban brotando entre el pinar que rodean a la laguna proporcionaban al paisaje un brillo semejante al del sol, especialmente en los días nublados, como si el sol estuviera quebrando las brumas y brillando suavemente en las laderas aquí y allá. Y así las estaciones van rodando hacia el estío como si uno paseara entre hierbales cada vez más altos».
Fragmento de Walden, La vida en los bosques, de Henry David Thoreau
Cuando camino en medio del bosque, a veces no puedo notar a simple vista las especies que me rodean. Pero apenas me aparto, emergen lentamente las siluetas de esos seres y puedo saludar a cada uno por su nombre. Hola Jacarandá, Timbó, Ambay, ¡eran ustedes! Empiezo a poner claro sobre oscuro y lo que parecía ser un enjambre de árboles y arbustos deviene en íntima conversación. Es uno de los tantos secretos que tienen los naturalistas para reconocer grandes ejemplares; algunos serán achaparrados, otros lánguidos y sutiles como el Cina Cina, y los de más allá un cono perfecto. Puedo escuchar que me dicen: ¡No sólo de peculiares cortezas estamos hechos!
De pronto, se me ocurre pensar que con los humanos acontece algo similar, basta distanciarnos un poco para apreciar características que de cerca pasan desapercibidas.
«La vida de nuestra aldea se estancaría de no ser por los bosques y prados sin explorar que la circundan. Necesitamos el tónico de la rusticidad, a veces caminar por los márgenes donde acechan el alcaraván y la sora y oír el zumbido de la agachadiza, oír el susurro de la enea en la que solamente labra su nido algún ave más salvaje y solitaria y el visón se arrastra con su abdomen muy cercano a la tierra. A la par que estamos empeñados en explorar y aprender todas las cosas, requerimos que todas ellas sean misteriosas e inexplorables, que la tierra y el mar sean infinitamente salvajes, no inspeccionados ni sondeados por nosotros, por ser insondables. Jamás nos cansamos de la Naturaleza. Debemos refrescarnos con la visión de ese vigor inagotable, de caracteres vastos y titánicos, la costa marítima con sus desechos de naufragios, las selvas con sus árboles tanto vivos como muertos, la nube del trueno y el diluvio que dura tres semanas y origina inundaciones. Necesitamos ver que nuestros propios límites han sido sobrepasados y alguna criatura vive con libertad donde jamás viviríamos nosotros».
Henry David Thoreau
Goethe consideraba las tendencias vertical y espiral como los principios esenciales que modelan a todas las plantas y los árboles. Manifestó que hay siete formas morfológicas como metamorfosis de la forma original de la especie: 1) las plantas herbáceas, en equilibrio con su tamaño y entorno; 2) los árboles frondosos, en donde predomina lo vertical y el ramaje que pone distancia al entorno; 3) las enredaderas, siempre en la búsqueda de luz; 4) las coníferas, totalmente verticales y rígidas; 5) las cactáceas, donde predomina lo periférico y absorbe todo lo que acontece en su entorno; 6) los arbustos, que se contentan con haber crecido sólo un poco, sin importarles llegar a ser un árbol; 7) las plantas montañosas, que llevan su energía a la consecución de la belleza: su flor, sin derrochar energía en el follaje.
En la planta plenamente desarrollada, vemos lo vertical especialmente proyectado en el tallo, y lo periférico en lo foliáceo (hojas, el cuerpo). El principio vertical la lleva hacia arriba, y la planta debe a ello su independencia y su coherencia interna. Mediante sus órganos periféricos, se dirige a su ambiente.
Siete formas morfológicas como metamorfosis de la forma original de las plantas
1° Forma: se halla estrechamente emparentada con la forma primaria de que partimos; en ella domina el completo equilibrio entre lo vertical y lo periférico, y la encontramos realizada en la más armoniosa de las formas morfológicas: las plantas herbáceas.
2° Forma: lo vertical domina, lo periférico le sigue y coadyuva. Es la forma de los árboles frondosos. Todo lo que es tallo crece vigorosamente, otorgando mucha estabilidad e independencia a la planta. Las hojas son de tamaño moderado, pero en conjunto forman una masa enorme, debido al ramaje que las lleva lejos de la periferia.
3° Forma: lo periférico domina y lo vertical le sigue y coadyuva. Toda la planta se inclina a su integración en el ambiente y a producir mucha superficie. A veces, las hojas se desarrollan enormes, mientras el tallo permanece relativamente pequeño; pero puede darse también el caso de que el tallo se estire rápidamente sin aumentar su grosor, arrimándose a cualquier apoyo fijo, hacia el suelo, ya sea otras plantas; he ahí el caso de las enredaderas. A esta forma morfológica pertenecen pues, las plantas cuya extensión es extraordinariamente vigorosa en relación con su resistencia.
4° Forma: lo vertical predomina a tal extremo que suprime lo periférico. Los tallos ascienden vigorosamente con gran Independencia hacia arriba y alcanzan suma resistencia. Las hojas no tienen posibilidad de desplegarse, porque lo vertical influye hasta en lo periférico; quedan angostas y pronto se endurecen. Cada hoja adquiere forma de aguja, es decir, conserva la condición de tallo. Se trata de un tipo totalmente “ensimismado” o “introvertido” con tendencia a la rigidez. El mejor ejemplo de esta forma morfológica lo ofrecen las coníferas.
5° Forma: lo periférico predomina a tal extremo que suprime lo vertical. En el lugar donde debiera hallarse lo vertical, se presentan procesos que pertenecen propiamente a lo periférico; faltan las hojas, los tallos son verdes, generalmente blandos y muy hinchados. Su gran extensión en el espacio no la alcanzan en virtud de su longitud, sino de su anchura. El ejemplo más representativo de esta forma morfológica lo ofrecen las cactáceas.
6° Forma: lo vertical avanza con gran empuje; lo periférico queda más o menos rezagado. Lo característico de este grupo es la tendencia de lo vertical a conquistar un lugar en el espacio e imponer su configuración en el medioambiente. Los tallos brotan intempestivamente, pero de pobre acabado. Es como si se contentaran con haberse anotado un éxito de crecimiento vigoroso que les permitiera situarse en un lugar, a pesar de que no hubiera sido muy probable que lo alcanzaran. Es la forma de crecimiento de los arbustos.
7° Forma: lo vertical produce poco tallo, lo periférico avanza rápidamente, mientras que lo vertical pronto se agota. Este tipo llega con notable prontitud a la floración; su follaje se extiende poco; sus tallos permanecen cortos y débiles. Las plantas montañosas representan este tipo en toda su pureza.
Empieza a observar las formas de las plantas… ¿podrías identificar las verticales, las periféricas o ambas?
Siguiendo esta idea, ¿podrías encontrarte dentro de alguna de estas categorías? ¿Cómo serían tus características humanas según estas morfologías? ¿Más arraigado a la tierra, más conectado con la luz, a merced del viento, o un híbrido de todos ellos?
Este será uno de los maravillosos temas que estaremos conversando en nuestra próxima Caminata Naturalista en la Reserva Ecológica de Vicente López. Anotaremos muchas bellas formas en las cuales acaso no hayamos reparado antes.
Puedes leer aquí una nota relacionada: La metamorfosis de las plantas.
Música para acompañar la lectura: