La melodía de la naturaleza

Pava de Monte, guardiana de la isla; hacia dónde diriges tu mirada, hacia dónde tu grito.

«Apenas vinimos a vivir acá establecimos relaciones con las pavas de monte (Penelope obscura es su hermoso nombre científico). Al principio lejanas, hieráticas. Incluso heráldicas. Poco a poco más curiosas, más cercanas. Pronto habituadas a recibir migas. O, cuando se acercaron perros, a comerse el alimento de ellos al menor descuido. Meses después, ya picoteaban a horas fijas las ventanas para que les diéramos algo. Creo que ya el primer verano empezaron a presentarnos sus crías, que pronto adquirían idénticos hábitos. Pero nuestra relación se intensificó en la pandemia. Sin nadie circulando por la isla, empecé a ir a correr a la cancha de fútbol del recreo que está a unos quinientos metros de acá, atravesando un bosquecito de cipreses con un par de casas abandonadas. Se han acostumbrado tanto como los perros a mis horarios de ir a correr y me siguen de copa en copa, o por el aire, a ver qué es lo que hago. Las extrañaría si alguna tarde no llegan a estar: desde las parrillas vigilan las vueltas que doy como el entrenador más exigente.
Supongo que a Hudson le hubiera gustado esta historia.»

Juan Bautista Duizeide

Cuando leí este breve relato de Juan, se me llenaron los ojos de lágrimas. Imaginé qué sentiría sin algunas presencias durante mi caminata diaria; entre otras, echaría mucho de menos a los zorzales, que de saltito en saltito van, escarbando la hojarasca en busca de insectos.

“Mi patria, mi patria verdadera y secreta es el verdor solitario del mundo donde anidan los pájaros”.

W. H. Hudson

Las Pavas de Monte adoran las selvas en galería del Delta Paranaense y son importantes dispersoras de semillas. Al igual que otras especies de aves, son indicadoras del estado de conservación de un ambiente, incluso controladoras biológicas, pues dentro de su dieta se encuentran plantas exóticas que amenazan la biodiversidad del bosque higrófilo (bosque húmedo arbóreo).

Ecos de la Naturaleza: Aves y Fauna. Descubre la Pava de Monte, Fascinante Ave de Bosques Sudamericanos.

Tristemente, este sublime escenario de plumas jaspeadas y humedal, está perdiendo protagonismo y color. Cada vez más seguido el fuego y la caza se extienden crueles sobre estas respiraciones, y luego todo se desvanece en una cubierta de lánguidas cenizas.

Despojar a la Tierra de su naturaleza, pienso, es despojar a la vida de su música. Hay melodías sonoras como el grito de la Pava de Monte, y hay melodías visuales como la hierba agitándose por el viento en la pradera. Al describirlo, por mi mente desfilan esas notas. Para no olvidarlas, las dibujé en un modelo de «pentagrama de hierbas»:

Pentagrama de hierbas

El pentagrama de hierbas sonaría como la dermis del planeta. Esta sinfonía aporta el elemento orgánico (viviente) al suelo: valioso manto que protege, nutre y le da sentido a la existencia.

Hay melodía en los árboles de invierno, también, en su movimiento desnudo. La melodía podría ser la forma de los árboles, la armonía los mantendría en pie, el ritmo marcaría puntual sus edades.

Cuando la lejanía no me permite distinguir con claridad la silueta y colores de un animal, su compás cadencioso me susurra de cuál se trataría. Las palomas, por ejemplo, mueven simétricas y envolventes sus cabezas; ese ir y venir zigzagueante retumba claro en mis ojos: «¡Soy una Paloma, me muevo como una Paloma!»; y es que en cada nido hay una tarde, en cada Paloma una canción.

Música para acompañar la lectura:

Theodore Shapiro, Time & Life (Extended)

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