El reloj de los insectos.
“bajo el sol de la isla entreabierta amanecida
se extiende un llamado a la distancia
un dios sonríe
con un fruto se abre”.
Edgar Bayley
En mi balcón, antes de regar, debo tener muy en cuenta el reloj de los insectos. Ellos tienen un momento preciso de alimentación al cual le sacan el máximo provecho; por ejemplo al mediodía, cuando las corolas de flores se abren como un satélite mirando al cielo. El rocío se ha evaporado y todo se transforma en polen y néctar: es la hora de las abejas, los abejorros y las avispas.
Mientras miraba el agua caer sobre las plantas -antes de que aparezcan esos dioses alados-, pensaba cuál sería mi momento preciso para hacer algunas cosas, entre otras, bordar. Siempre amé el bordado pero no me animaba a empezar. Sentía que debía retomar alguna manualidad ya practicada en el pasado, a lo que inmediatamente me respondí: “por qué no comenzar algo distinto, si hoy ya soy otra”.
En esa otra que soy, puedo sentir que estoy transitando el tiempo de lo distinto que describiera Byung-Chul Han. En su libro Loa a la Tierra, el filósofo escribió: “El tiempo del jardín es un tiempo de lo distinto. El jardín tiene su propio tiempo, sobre el que yo no puedo disponer. Cada planta tiene su propio tiempo específico. En el jardín se entrecruzan muchos tiempos específicos. Los azafranes de otoño y los azafranes de primavera parecen similares, pero tienen un sentido del tiempo totalmente distinto. Es asombroso cómo cada planta tiene una conciencia del tiempo muy marcada, quizá incluso más que el ser humano, que hoy de alguna manera se ha vuelto atemporal, pobre de tiempo. El jardín posibilita una intensa experiencia temporal. Durante mi trabajo en el jardín me he enriquecido de tiempo. El jardín para el que se trabaja devuelve mucho. Me da ‘Ser y Tiempo’. La espera incierta, la paciencia necesaria, el lento crecimiento, engendran un sentido especial del tiempo».
Al igual que el jardín, el arte también posibilita una intensa experiencia temporal. El bordado, la pintura, la literatura, la poesía, la escritura, son los árboles que oxigenan al Ser y el Tiempo. El arte y la naturaleza son esenciales para la vida.
Tanto me gusta el arte y todo lo que a través de él comunicamos, que hace aproximadamente cinco años compré un libro sólo porque me había gustado su tapa y recién hace unos meses lo leí. Se titula El alma de los objetos, una mirada antropológica del diseño, escrito por Luján Cambariere.
Te comparto aquí algunas de sus más preciosas citas, celebrantes de la creatividad. Es una invitación a pensar un poco acerca de la fe -nuestra fe-, la que se apoya frágil, a veces, en una escultura, un cuaderno, un sombrero o una mariposa.
«Cada uno de mis versos quiso instalarse como un objeto palpable; cada uno de mis poemas pretendió ser un instrumento útil de trabajo […], fragmento de piedra o de madera con que alguien, otros que vendrán, pudieran depositar los nuevos signos». Pablo Neruda.
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«Los mitos incitan en realidad al hombre a crear, abren continuamente nuevas perspectivas a su espíritu de inventiva. […] Para él el mundo se revela como lenguaje. […] El mundo le habla a través de sus astros, sus plantas y sus animales, el hombre le responde con sus sueños y su vida imaginaria, sus antepasados y sus tótems. […] Así cada uno tiene su historia para contarse. Al saberse ser humano y considerándose como tal, el hombre de las sociedades arcaicas sabe que es también algo más». Mircea Eliade.
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«Vasija de barro cocido: no la pongas en la vitrina de los objetos raros. Haría un mal papel. Su belleza está aliada al líquido que contiene y a la sed que apaga. Su belleza es corporal: la veo, la toco, la huelo, la oigo. Si está vacía, hay que llenarla; si está llena, hay que vaciarla. La tomo por el asa torneada como a una mujer por el brazo, la alzo, la inclino sobre un jarro en el que vierto leche o pulque -líquidos lunares que abren y cierran las puertas del amanecer y el anochecer, el despertar y el dormir-. No es un objeto para contemplar sino para dar a beber». Octavio Paz.
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«Lo que dificulta el escribir es tener que usar palabras. Eso es lo incómodo. Si yo pudiese escribir por medio de diseñar en la madera o de acariciar la cabeza de un gato o de pasear por el campo, jamás hubiera entrado por el camino de la palabra». Clarice Lispector.
Música para acompañar la lectura: