Libros queridos, con «m» de mamá

Y cada libro fue madre, montaña, manantial, mar y música.

«Pero, ¿qué había pasado, mientras tanto, con el pobre señor Macetero lleno de tierra mojada?
Lo que había pasado, era que las semillas de Suspiro habían germinado, y habían nacido tres robustas matitas de Suspiro, llenas de hojas como corazones, y con unos enormes capullos que luego resultaron ser hermosas flores blancas, celestes y azules.
El señor Macetero se sentía feliz».

Fragmento del libro Se necesita un rayo de sol, de Saúl Schkolnik.

Gracias mamá, por haberme acercado a los libros. Te recuerdo paciente al costado de la cama, cada noche, con una colección de pequeños ejemplares de cuentos infantiles (cuadrados y con tapas muy coloridas). Intentabas no repetir títulos demasiado seguido, para que no lo notara y te dijera: «ese ya me lo leíste, mami». De allí en más, los libros se convertirían en mis hermanos, al igual que la naturaleza que rodeaba nuestra casa. Enciclopedias, poemarios y ficciones aguardaban mi llegada a la habitación. Pasó el tiempo y nada cambió.

Mis libros queridos

Mi mamá y la naturaleza siempre serán fuente de inspiración y motivación para mí; como hoy lo son mi compañero, mis amigos, transeúntes, artistas, maestros.

Luego de leer La vida de las abejas, de Maurice Maeterlinck, siento que somos una gran colmena en donde toda acción es poderosa y nutritiva. En un mundo que sutilmente nos conduce hacia los aspectos más perjudiciales del individualismo, la tecnología y el mercado, sería un acto revolucionario si volviésemos a leernos cuentos, sin importar la edad que tengamos.

«En la colmena, el individuo no es nada; no tiene más que una existencia condicional; no es más que un momento indiferente, un órgano alado de la especie. Toda su vida es un sacrificio total al ser innumerable y perpetuo de que forma parte. Es curioso observar que no fue siempre así. Aún hoy se encuentran entre los himenópteros melíferos todos los estados de la civilización progresiva de nuestra abeja doméstica. En lo más bajo de la escala, trabaja sola, en la miseria; a menudo ni siquiera ve su descendencia (las Prosopis, Coletas, etc.); a veces vive en medio de la estrecha familia anual que crea (los abejorros). Forma luego asociaciones temporales (los panurgos, los dosípodos, los halictos, etc.) para llegar, finalmente, de grado en grado, a la sociedad casi perfecta, pero despiadada, de nuestras colmenas, donde el individuo es enteramente absorbido por la república, y donde la república, a su vez, se sacrifica regularmente a la colectividad abstracta e inmortal del porvenir».

Fragmento de La vida de las abejas, de Maurice Maeterlinck.

Esta nota se originó cuando me pregunté qué leo cuando leo. Uf, ¡cuántos autores favoritos vienen a mi mente! Imposible compartirlos a todos en una sola carta. Ya di una pista… Uno de mis escritores preferidos es el belga Maurice Maeterlinck. El primer libro que leí de él fue La inteligencia de las flores, y desde entonces cuando me siento ansiosa, triste o preocupada todo se reduce a volver a esa maravilla. Maeterlinck se encuentra muy lejos de hacer simples textos académicos o científicos. Cada capítulo es navegar por sociedades de insectos o espiar los encuentros furtivos entre aves y flores. Estoy segura que gran parte de lo que puedo entender al observar la naturaleza, ha brotado de sus páginas. De ellas aprendí (entre otras cosas), que en el verano, las abejitas obreras se turnan por algunos minutos para batir sus alas enérgicamente en un punto estratégico de la colmena (una abertura que ostenta la mejor orientación hacia el exterior), y así mantener fresco el ambiente; sí, sí, ¡a modo de abanico, ventilador o aire acondicionado!

La tierra del fuego, Sylvia Iparraguirre
La tierra del fuego, Sylvia Iparraguirre, fragmento

En La tierra del fuego, Sylvia Iparraguirre me llevó de la mano hasta el mismísimo Cabo de Hornos y todo quedó teñido de océano. Me dejó ahí tirada, llorando a los pies de los indios yámanas y pidiéndoles perdón en nombre de «los blancos». Acaso elegí esta novela como una de mis preferidas por los motivos que expresa una de las citas que abre el relato: «Me atormenta una perdurable inquietud por las cosas remotas», Herman Melville. El viento fueguino, la intensidad de sus habitantes, su oleaje y desamparo. Un libro para viajar y conocer la historia -la verdadera historia-, de uno de los rincones más bellos del extremo sur de la Patagonia.

La poesía no puede faltar al banquete, tal vez porque, como escribió Vicente Huidobro: «El poeta hace cambiar de vida a las cosas de la Naturaleza, saca con su red todo aquello que se mueve en el caos de lo innombrado, tiende hilos eléctricos entre las palabras y alumbra de repente rincones desconocidos, y todo ese mundo estalla en fantasmas inesperados».

Y como un duende o un fantasma asomado detrás de una piedra, aparece Leopoldo Castilla. Guardián de la poesía protectora del bosque y sus bestias nocturnas, tan parecidas a minúsculas linternas entre las gramíneas.

Gong, Canto al Asia, Leopoldo Castilla
Tsunami

Todo lo que estaba lejos
quedó espantado,
tiniebla tenía la comida
nervios al aire los jardines
la luz colgaba rota en el viento
los pájaros volaban sin salida
sonidos eran nuestros sueños
y sepelio del agua
la duermevela.

Poco a poco los hombres regresaron a las casas
el camino a la tierra
y el mar a la distancia.

El horizonte, no.
El horizonte y nuestros ojos no volvieron nunca.


Leopoldo Castilla
Canción del sol mirándose

A Gerardo Núñez


El sol, rojo,
mirándose en el agua,
salta de arrozal en arrozal,
juega a que está y no está:
el fuego deja sin lugar al fuego.

Al vuelo
intensa a las mujeres,
destierra a los gallos,
sangra una laguna
y, de tocarlos,
encela a los flamencos.

El sol se desconoce.
Va, como un niño por los campos,
deseando incendios.


Leopoldo Castilla

Y tus libros más queridos, ¿cuáles son? Si deseas contarme, escríbeme, aquí estaré.

Música para acompañar la lectura:

Manuel García y Mon Laferte, La Danza de las Libélulas

Los martes de septiembre, estaremos disfrutando y analizando estas y otras bellas lecturas en los encuentros literarios del Taller de lectura «De la naturaleza a la literatura». Viajaremos hacia los universos naturales construidos por la literatura y la poesía latinoamericana, japonesa, portuguesa, inglesa y muchas más. Profundizaremos en las obras literarias de todos los tiempos que han tenido y tienen como fuente de inspiración a la naturaleza y su entorno. Del mismo modo, analizaremos géneros, multiplicidad de voces, intertextualidad, narradores, espacio y tiempo, diálogo y monólogo interior, recursos poéticos, etc. Para ir paladeando algunos de los paisajes y ecosistemas que visitaremos en el Taller, al inicio de esta nota podrás descargar de manera gratuita dos de mis libros favoritos. ¡Me gustaría contar con tu presencia!

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