Satori, o el secreto del mundo

La naturaleza es asombrosa. Después de cada salida regreso con miles de palabras, así como los ilustradores regresan con cientos de bocetos maravillosos.

“La inocencia es un estado que se renueva durante el sueño”.

Clarissa Pinkola Estés

Pienso que la inocencia también se renueva en la naturaleza, permitiendo al asombro de la niña que fui manifestarse hoy.  

Una de las actividades que más disfruta mi niña interior es comparar las formas de las plantas. Su morfología me invita a explorar de dónde vienen, qué necesidades tienen. También me da indicios de los animales con los que interactúan (algunos refugiándose y otros alimentándose de ellas).

En una de mis últimas caminatas, noté la forma del Cactus tan similar a la de la Carqueja. Suena rarísimo, pero a pesar de tener diferentes tamaños, algo querían decirme. De allí que la primera palabra que vino a mi mente sea «satori«, que significa «comprensión» para los japoneses. Necesitaba una comprensión que me revelara los secretos del mundo natural.

Después de mirar las imágenes varias veces, se hizo la luz. La Carqueja y el Cactus comparten los mismos ambientes áridos y semi-áridos de Argentina y precisaron adaptar sus cuerpos vegetales a las inclemencias de su región: transformando sus hojas y albergando dentro de ellas un poco de agua para sobrellevar las estaciones más secas del año. 

Cada una con su estilo y su pequeña o gran porción de líquido, ¿serían como “cantimploras vivas”?

Izq.: Carqueja (Baccharis articulata) / Der.: Cactus (Neoraimondia herzogiana)

Me conmueve que, de algún modo, las plantas me cuenten su historia. Intento dejarme llevar por sus propias voces, las mismas que desconocen la nomenclatura científica a la cual pertenecen (sólo útil a determinados campos de estudio). “Somos más que un nombre”, se escucha a lo lejos, y tienen razón, porque sería algo así como presentarme ante una persona y la primera pregunta que le hiciese fuera: “¿a qué te dedicas, de qué trabajas?”, como si no valiera más que un ser productivo. Intuyo que a las plantas les sucede lo mismo cuando luego de investigar sus nombres, investigo para qué sirven. Sin dudas me ayudan muchísimo, pero son más importantes que su empleo, y también obran milagros aún sin extraer absolutamente nada de ellas.

Me aparto y las observo, porque «mi manera de reunirme con el mundo es separarme de él para escribirlo», dice Christian Bobin.

La naturaleza es asombrosa. Después de cada salida regreso con miles de palabras, así como los ilustradores regresan con cientos de bocetos maravillosos. 

Acaso me suceda lo mismo que al escritor Emmanuel Carrère: «Un momento tranquilo sin más, un momento que podría ser contemplativo, que yo podría simplemente vivir, en realidad no puedo vivirlo, estar presente en él, simplemente estar presente, porque al instante se manifiesta la necesidad de ponerlo en palabras. No tengo acceso directo a la experiencia, siempre debo adosarle palabras».

Música para acompañar la lectura:

Poema de los átomos, Armand Amar

Escribo para mantenerme en pie o para que lo que contemplo resista, después de todo, para qué sirve la letra si no es para sostener un cuerpo.

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